Nunca creí en el mito de las casas encantadas, hasta que me mudé a mi departamento de Capital Federal, en Buenos Aires. Mi hija mayor empezó a salir con un chico vecino del piso de arriba, Rodrigo. Un día él me confesó que en su departamento solía ver a un niño de unos 5 o 6 años deambulando por las habitaciones. Jamás lo había contado a su familia, hasta que lo compartió con su hermana. Lo sorprendente fue saber que su hermana también lo veía. No dí mayor importancia a lo que me había contado, hasta que un día, estando solas en la cocina mi hija y yo, escuchamos un ruido en el living, como un golpe, entonces fuimos al living y nos sorprendimos con algo: yo tenía un caracol gigante que me había regalado una amiga y lo guardaba dentro de un canasto. El caracol permanecía siempre hundido ahí adentro, y el canasto en el piso. Al lado había una mesita con un velador y una planta encima. Lo más loco es que el caracol estaba ahora en el piso, y no existía una explicación lógica para su salida del canasto, porque para hacerlo tuvo que saltar desde el mismo canasto y elevarse más arriba del nivel de la mesa hasta pasar por encima de la planta y del velador.
Al contarle esto a Rodrigo, me dio más detalles de las cosas que pasaban en su casa, me dijo que las puertas de los muebles de su casa solían abrirse y cerrarse delante de él, me habló también de cajones que hacían lo mismo. Entonces decidí averiguar qué buscaba esta entidad en mi casa. Llamé a una amiga que estudia este tipo de fenómenos y me dijo que quizás sólo buscaba mi ayuda. Esa misma noche comencé mi trabajo y me armé una especie de oración con mis palabras, que decía algo así: "Deseo que esta entidad pueda estar en el lugar en el que debe estar, deseo que se libere de sus ataduras y que descanse en paz". Repetí esto durante 9 noches, a la manera de una novena. Pasado ese tiempo, hablé con Rodrigo y le pregunté si se repetían los fenómenos que me había contado, me confirmó que no. Hace 4 años que el niño no vuelve a aparecer en su casa, ni tampoco yo percibo anormalidades en la mía.
A MIS QUERIDOS AMIGOS
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